Las redes sociales son un arma de doble filo al momento de entrenar atletas.
En la parte positiva nos impulsan a ponernos metas y compartirlas con nuestros contactos, que sirve de aliciente para cumplir. También son una buena manera de compartir los cambios que el deporte trae a nuestras vidas, un mejor físico, mejor humor, mejora en el rendimiento deportivo, cosechar amistades, generar mejor salud y más. Por último, aunque seguro hay más beneficios, está inspirar a otros a seguir el mismo camino de superación y bienestar.
Por otro lado, en un aspecto no tan positivo, está el del ego que nos lleva a entrenar a tope y sin sentido porque es lo que se ve bien y atrae en las redes. Qué van a decir mis contactos si ven que en mis registros de Strava corrí a 6 minutos por kilómetro. Qué van a decir mis seguidores en Facebook si rodé a 26 kms/hr, por poner un ejemplo. Lo que tus seguidores no saben es que estás en fase de construcción, que fue tu rodada de larga distancia y debías sostener un esfuerzo bajo o que estás entre competencias y estás en fase de mantenimiento.
Nunca falta el contacto que considera que todo este entrenamiento es basura. Por supuesto la mayoría no tiene conocimiento de los mínimos conceptos de entrenamiento en el que intervienen un sinnúmero de aspectos para su planeación.
Muchos atletas se alimentan de los cometarios de las redes, y está bien siempre y cuando estén bien encaminados. Debemos tener cuidado de ser un verdadero ejemplo para las personas que nos siguen y sentirnos muy afortunados de tocar sus vidas de cierta forma. No debemos glorificar al atleta que termina en pésimas condiciones un evento sabiendo que no entrenó como debe porque este comportamiento se repetirá y, aunque parezca muy dramático, seremos parte de una práctica irresponsable que pone en riesgo la salud de la persona.
Por supuesto que sabemos que las redes están llenas de historias increíbles y personas que merecen nuestra admiración, pero todos debemos tener la precaución de buscar la parte más positiva y más real de lo que queremos demostrar o aprender.
No podemos negarnos a las redes sociales, sería el equivalente a aislarse de la sociedad actual. Pero sí podemos tener la precaución de no vanagloriar el esfuerzo falso o incompleto, aunque resulte difícil; y tampoco debemos presumir algo que no somos, sería mejor aceptar que estamos trabajando por ser mejores y demostrar que no hay atajos y que necesitamos una guía profesional que nos muestre el camino correcto.
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