Los sueños son eso, sueños. Porque yo puedo soñar con calificar a Kona, ganar mi grupo por edad, calificar a Boston o llegar a la meta negra de Norseman. Pero ese sueño tiene que aterrizarse y ser realista a través de un plan detallado y un plazo. La realidad me dice que pese al gran entusiasmo que pueda tener tal vez mi genética, edad, pasado, condiciones económicas, laborales y familiares, no me lleven a calificar a Kona, pero puedo tener alternativas a mi alcance como el “Legacy Program”.
Tal vez la meta negra en Norseman estuvo fuera de mi alcance, pero no dejé de buscarla sabiendo que la alternativa era la meta blanca. No dejas de soñar, solo adaptas de acuerdo con tu realidad.
En mi trabajo como entrenadora he tenido que aceptar que no todos los atletas que entreno tienen mi misma “inconsciencia” y que algunos son demasiado cautos para ponerle fecha a sus sueños y así, volverlos metas. Me identifico más con el atleta atrevido, pero me encanta empujar al cauto (al que se deja) a atreverse a saltar hacia lo desconocido y lo incómodo, porque me queda claro que no sabemos, y nunca sabremos nuestras capacidades, si no salimos de esa maldita zona de confort y de ese miedo al fracaso. Porque cuanto más altos los sueños, más dura puede ser la caída o más gratificante la victoria. También he tenido que jalarle las riendas al soñador al que le cuesta trabajo envolver sus sueños con una dosis de realidad; al atleta que quiere, pero no puede o no encuentra como compaginar el sueño con sus posibilidades y realidades.
En cualquier caso, o se gana o se aprende, no hay desperdicio y no hay vergüenza, creo que es peor quedarse con las ganas. Lo que no está bien y nunca aceptaré es el sueño o la meta sin el trabajo y planeación requeridos, pero ese es material de otro blog.
Así que ponle fecha a esa competencia que ves imposible, platica con tu entrenador, tu familia y tus amigos. Analiza tu condición económica, laboral, familiar y si puedes haz los cambios y ajustes necesarios.
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